domingo, 22 de diciembre de 2013

El vínculo hombre-perro (I)

Una teoría sobre el origen del vínculo hombre-perro



Hoy circulan diversas teorías intentando explicar como pude haber sido el comienzo, allá en la prehistoria de la relación entre humanos y sus ancestros nómadas (cazadores, recolectores, oportunistas, y porque no carroñeros) y la especie que compartía los mismos hábitos alimentarios siendo por ende sus competidores más próximos: los lobos. Es difícil creer que todo se haya producido en un hecho aislado, es mucho mas posible que una serie de encuentros de diverso tipo, incluso antagónicos, hayan originado un vínculo inicial, como hasta hoy ocurre. Hay diversos tipos y calidades de asociaciones entre canes y hombres, seria a todas luces imposible determinar que ocurre en el sentimiento de individuos de ambas especies, desde la sana relación fraternal hasta las deformaciones patológicas (sadomasoquitas), que enferman el vínculo. Tomaremos inicialmente los casos comunes del tipo clásico: todas las motivaciones del humano que lo llevan a elegir como mascota a un perro son vigentes a través del tiempo. Siempre hay un razón (conciente o no) para elegir ese y no otro animal. Una mirada lánguida del cachorrita, una bravura que nos da protección, una ternura producida al ver una madre perra adoptar como propio un bebe de otra especie, etc.

En esa primera impresión previa al vínculo, antecesora del sentimiento o idea comprendidos o asumidos por la conciencia, ese flechazo de la emoción es responsable de que uno diga “yo quiero ese perro”.

Pienso que este acto mágico, esta semilla de la decisión no tiene fecha y de tenerla debe necesariamente coincidir con ese instante precioso y preciso en que el sentimiento se hizo consciente para el hombre, tomando concretamente la forma de convicción.

Creo que la historia se repite una y otra vez, y se replica en mil maneras diferentes con innumerables variantes todo le tiempo. La realidad, a cada paso confirma lo dicho, a cada instante de algún modo hay alguien, en algún lugar del planeta, divirtiéndose a costa del sufrimiento animal, con un collar de ahorque, o de púas, o eléctrico, con el pretexto de adiestrarlo, satisfaciendo su sadismo (consciente o inconsciente). Por otro lado hay gente gastando más de lo imaginable, para hacer disfrutar a su perro de lo mejor: spa, baños de crema, peluquería, paseos, suman cifras multimillonarias, generando la industria del lujo canino. Sin embargo ambos casos coinciden en el tiempo y siempre hubo abismos de diferencia entre las personas, y ha ocurrido, ocurre y lamentablemente puede seguir ocurriendo. En la especie canina, y aun más en la humana, vamos a dar con individuos con toda una gama muy diversa de personalidades, desde abyectos y pérfidos individuos sádicos, hasta otros por oposición, con actitudes y comportamientos dignos de un santo y muchas veces mártir. ¿Cómo se articula la relación en estos casos? Pertenece la respuesta al mundo patológico, tal vez haya razones profundas en la psique de ambos componentes. Pero en esta nota no es el caso determinarlo, lo trato a menudo en las consultas de problemas puntuales por las que son requeridos mis servicios, por adiestradores o propietarios directos de los perros. De cualquier modo, estos casos son aislados, y aunque se reptan asiduamente, constituyen solo una ínfima minoría, unos pocos pero lamentables casos, en el total de adopciones de perros por los humanos y viceversa. La inmensa y gran mayoría de los casos son satisfactorios (a inicios del siglo XXI), como consecuencia de una mayor y mejor información, la elección por capricho va dejando lugar a la elección inteligente y asesorada profesionalmente. En general esta vinculación se produce por la necesidad de afecto del humano, por la compañía, por seguridad o por hobbies más o menos deportivos, desde la caza, a las exposiciones de belleza, torneos de habilidad, de agilidad, concursos, etc.

También es cada vez mas importante el uso de colaboradores caninos en terapias especializadas de rescate, apoyo de servicio asistencial para pacientes con capacidades restringidas, disminuidas o diferentes, como terapias lúdicas en autismo, perros de alerta terapéutico en pacientes epilépticos, o diabéticos y otros pacientes crónicos, como lazarillos para ciegos, también el perro y su olfato son de real valor,  para detectar perdidas en redes de gas, o en detección de sustancias orgánicas en la red de agua potable, y como interceptores de alimañas o contrabandos de drogas y estupefacientes, como perros de rescate en catástrofes, como un sin numero de otros servicios especializados. No obstante este esbozo de funciones enumeradas es incompleto pues se basa en la realidad un vínculo utilitario, en cada una de las situaciones mencionadas se funda en un principio real: el perro brinda su esfuerzo y es feliz de poder colaborar con el hombre. Se subordina abnegadamente y concientemente disfruta colaborando con él. Aliviar, acompañar, guiar, contener y proteger al humano constituye un sacerdocio para el perro. Creo no exagerar con el término, pues la devoción impulsa este comportamiento de servicio al amo, pocas veces es recompensado con justicia y equidad, en ese mercado de valores las acciones de los perros siempre tienen a subir y en el trueque de prestaciones siempre el perro da mucho más de lo que recibe, con hidalguía y amor.
Ahora y siempre, aun sin tener en cuenta lo anterior, se puede revisar la idea y considerar el momento en que el humano primitivo y el lobo (primer perro) comenzaron a recorrer juntos los caminos del tiempo y el espacio en nuestro planeta.
Un primer acercamiento, una situación, tal vez fortuita, tal vez voluntaria entre individuos de ambas especies. Tal vez, podrían darse estas hipótesis:

1)    Acorralados por un enemigo común (una hiena, una oso, un león o cualquier animal peligroso) debieron enfrentar la situación luchando codo a codo, resistieron, salieron bien del trance y se miraron con una alivio que luego dio origen a cierta simpatía (un enemigo común tiende a favorecer un vínculo positivo).

2)     Los humanos cazaban y todos los animales podían ser sus victimas, el perro era una presa difícil por sus astucia y sus sentidos de oído, olfato y agilidad, aun así y a falta de otra presa los lobos eran “comestibles”, no había refrigeradores por lo cual, si capturaban cachorros, los conservaban vivos para su uso posterior, “comida de reserva”, pero es de creer que no todo era tan materialista, alguna mujer primitiva adoptó un cachorro porque perdió a su bebe, y la succión del mismo alivio el dolor de su pecho rebosante de leche, y luego cuando creció, no pudo menos de tener piedad por él y el perrito fue su sombra desde entonces y la defendió y cuido, esto fue copiado por otros cazadores que, habiendo matado a la loba, traían los lobeznos para que sus hijos jugaran con ellos y al crecer entre humanos comenzó la domesticación, mas practica cuando con el perro aumentaba la probabilidad del éxito como cazadores, y aun mas notoria con la captura y reserva de ganado cerril encerrado, en los inicios de la actividad pastoril.

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